Por Agustina Chicote
Comenzar a comunicar desde una perspectiva de género significa una formación extra para el comunicador. Se necesita entender al género como un “elemento constitutivo de las relaciones sociales, basado en las diferencias percibidas entre los sexos y las formas de significar las relaciones de poder, implicando jerarquías”, (Soctt citado en Zauldúa, 2000:14).
Comenzar a comunicar desde una perspectiva de género significa una formación extra para el comunicador. Se necesita entender al género como un “elemento constitutivo de las relaciones sociales, basado en las diferencias percibidas entre los sexos y las formas de significar las relaciones de poder, implicando jerarquías”, (Soctt citado en Zauldúa, 2000:14).
Entonces, si se tiene en cuenta la cuestión de
género como una construcción de poder, creada a partir de la sociedad, también
hay que hablar de la asignación de roles que se le determina a cada uno y cómo
a partir de la misma, los comunicadores tienen una perspectiva de cómo creen
que se debería dar a conocer la realidad.
Las construcciones sociales de lo masculino y
femenino moldean los perfiles de salud de los hombres y mujeres. En
general la salud de las mujeres desde los diferentes programas de salud se
circunscribe al período fértil en tanto sujeto materno-infantil. Sin embargo,
la salud cardiovascular representa un importante espacio de trabajo desde lo
comunicacional ya que está influenciada por múltiples factores asociados el
estilo de vida.
Una
perspectiva de género haría cambiar las actitudes y comportamientos de
distintos actores sociales y especialmente de las instituciones que se encargan
de la atención primaria de la salud. Es importante contar con un sistema que
acompañe a la mujer en las diferentes etapas de su vida, tanto en lo sexual, en
la maternidad y en la menopausia. Cada una de ellas representa una atención y
seguimientos diferentes.
Tanto
en la salud cardiovascular como en la sexual de la mujer, se denotan cánones
sociales establecidos en la sociedad, ya sea en la forma de hacer
promoción de la salud como en la causa y consecuencias de enfermedades que, por
el sólo hecho de ser mujeres, son tratadas con indiferencia, o enfocadas desde
el punto de vista masculino, sin entender que el cuerpo del hombre y la mujer
tienen mecanismos distintos.
La
vida está marcada por varias clases de relaciones sociales interconectadas en
las cuales hombres y mujeres están posicionados de manera diversa, y éstas
últimas son afectadas de manera desigual en los distintos conjuntos (Zaldúa,
2000:18)
En
las últimas décadas, el perfil epidemiológico de las mujeres tuvo un cambio
exponencial. Antes, se enfermaban y morían por causas totalmente diferentes a
las que se conocen hoy. Factores culturales y sociales influyen directamente en
la salud, sobre todo en la cardiovascular.
La
jornada doméstica
El
papel del cuidado del hogar siempre estuvo asignado a la mujer. Y aunque hubo
algunas variaciones, esto se mantiene a lo largo del tiempo. Desde la crianza
de los hijos hasta el cumplimiento en las tareas del hogar, el rol de madre
sigue siendo inherente a la mujer. Este trabajo, que no es remunerado, ocupa
mucho tiempo en la vida de las mujeres.
Los
resultados que arrojó la encuesta sobre trabajo no remunerado y uso del tiempo
del INDEC del tercer trimestre del 2013 son claves para entender la diferencia.
El 88,9 % de las mujeres y el 57,9 % de los varones realiza trabajo doméstico
no remunerado (quehaceres domésticos, apoyo escolar y trabajo de cuidado). Se
puede notar entonces, una importante predominancia femenina. Las mujeres están
en promedio tres horas diarias más que los hombres realizando tareas
domésticas. Estos datos se mantienen sin importar la edad, la clase social, el
nivel educativo, etc. Cabe aclarar que esta forma de desigualdad hace que los
estereotipos de género persistan, por ejemplo, en las publicidades de productos
de limpieza, dirigidas especialmente al público femenino.
Fuente:
La economía del cuidado en América Latina. Poniendo a los cuidados en el centro
de la agenda. Valeria Esquivel. Serie Atando cabos deshaciendo nudos. PNUD
2011. Hay que tener en cuenta que, aunque se mantiene la brecha, puede aumentar
según el momento de vida de la mujer, por ejemplo, cuando es madre.
La
jornada laboral:
Tanto
por la necesidad de mayores ingresos en los hogares y la de las mujeres por ser
independientes y construir caminos propios, el trabajo se convirtió en otra
carga pesada en la salud. En la mayoría de ellos, las mujeres ganan menos que los
hombres (por hacer las mismas tareas) y son ellos los que generalmente toman el
mando, lo que deja a las mujeres en un lugar de subordinación.
Aunque
las mujeres representan la mitad de la población, su tasa de empleo es más baja
que la de los varones, como se puede observar en el siguiente cuadro:
Según
esta misma encuesta, además, la mayoría de los sectores laborales está
predominado por los hombres. Sólo en la confección, el comercio al por menor,
los servicios de hotelería y restaurantes, la actividad financiera y de
seguros, y la investigación y desarrollo son actividades con un número más
equilibrado entre ambos sexos. Los principales empleos para las mujeres siguen
siendo el trabajo en casas particulares, la enseñanza y los servicios sociales
y de salud.
La
jornada de estudio
Relacionada
con la anterior, en esta se incluyen la integración de las mujeres en el ámbito
educativo, desde la escuela hasta la universidad, y el deseo de las mismas de
la capacitación constante y el desarrollo profesional. En Argentina, a comparación
de otros países en vías de desarrollo, mantiene niveles bastante igualitarios
en lo que a educación se refiere.
Si
se comparan los censos del 2001 y del 2010 realizados por el INDEC, se puede
observar un aumento de las mujeres que asisten al secundario (pasó de un 35,7%
a un 38,6%) y son más los varones que no asisten (33,1%) que las mujeres que no
lo hacen (25,2%) en el 2010. Además, hay una diferencia del 6,9% entre las
mujeres que asisten a un terciario (20,4%) que los varones (13,5%).
De
todos modos, aunque la educación secundaria sea inclusiva para ambos sexos, en
el mercado laboral las condiciones son distintas, como se vio en el punto
anterior. La educación tiene que ser de calidad porque es fundamental para
conocer los derechos, para elegir libremente una profesión. Especialmente lo es
para las mujeres, quienes a través de la misma pueden generar un clima de más
igualdad en el mundo y convertirse así en agentes de cambio, tomando roles
protagónicos en trabajos de predominancia masculina. Por ejemplo, sólo el 30%
de los investigadores a nivel mundial son mujeres.
La
jornada cultural
Esta
es la más silenciosas de las jornadas, y la más difícil de cuestionar. Aquí se
integran los conceptos naturalizados en una sociedad de cómo se supone que
debería ser una “mujer” y como tienen que responder las mismas a esas demandas.
Berger
y Luckmann definen a los roles como “acciones humanas habitualizadas que tienen
un carácter significativo y común a todos los individuos de esa sociedad”
(citado en “Género y Salud”, 2000:63). La mujer, en el sentido de una sociedad
patriarcal, está fuertemente influenciada por esta ideología que define cómo se
debe ser.
A
partir de esta forma de mostrarse ante la sociedad, Alicia Genolet, en la recopilación
hecha por Zaldúa (2000:63), propone tres tipos de roles:
·
Asignados: son las tipificaciones de las
que se sirve una sociedad machista para ejercer su control a lo largo de la
historia. Son aquellos, por ejemplo, desvalorizan a la mujer como sujeto si no
es en el papel de madre. Esto se despliega siempre en los demás ámbitos, como
en el laboral, donde las mujeres son las que predominan en trabajos del cuidado
de otros. Además, por más que la mujer transgreda este rol, salga del hogar,
sigue existiendo en ellas un sentimiento de culpabilidad, por lo que les cuesta
realizarse.
·
Asumidos: los que las mujeres desempeñan, que
pueden estar alejados o no del rol anterior.
·
Transgresores: son los que hacen que se
cuestionen los roles aceptados socialmente. Desafían a la sociedad.
Serían, por ejemplo, hacer actividades que sean de “varones” (jugar al fútbol)
y que fuercen al sistema a realizar leyes que logren una mayor equidad entre
ambos sexos.
En
el espacio de lo cultural, hay que pensar también todo lo que la sociedad
impone a las mujeres que demanda tiempo y dinero (lo que significa una
dificultad al cobrar menos que los hombres). Maquillarse, depilarse, hacerse
tratamientos de belleza, estar bien físicamente, estar atentas a la moda. A
esto se le suma el rol casi obligatorio de ser madre, la búsqueda de realizarse
como sujetos independientes, estudiar.
El
cuestionamiento de estos preceptos, que son tomados como una realidad, llevaría
a una sociedad más equitativa. Ser mujer significa una presión difícil de
llevar, a lo que se le suma también los cambios hormonales marcados por el
ciclo menstrual.
Todo
esto va a influir en la salud de las mujeres, tanto en la sexual como en la
cardiovascular, como se verá a continuación. El entramado patriarcal conlleva
grandes consecuencias que se ven reflejadas en el círculo fisiológico,
psicológico y social de las mujeres.
Las
mujeres y la Salud Cardiovascular
Las
mujeres y los hombres tienen mecanismos fisiológicos y emocionales totalmente
diferentes. Esto no significa que uno sea mejor que el otro, sino que se
complementan.
En
el último siglo, la presión sobre la vida de las mujeres aumentó: además de
hacerse cargo del hogar y de la crianza de los hijos, se le sumó la entrada a
la vida laboral, como se mencionó anteriormente.
El
Doctor Daniel López Rosetti, especialista en Clínica Médica y Cardiólogo
Universitario, decidió estudiar y analizar en profundidad la salud de las
mujeres y en 2016 publicó el libro "Ellas: cerebro, corazón y psicología
de la mujer" y dice que en muchos casos la mujer se ve sobrecargada por su
rol ancestral e histórico del cuidado de la familia más el nuevo agregado de su
expansión económica y personal. Esto determina una 'doble carga' que los
hombres no tienen
De
eso se trata, justamente, el estrés: de la relación entre las cargas que
sobrellevamos y nuestra capacidad de resistencia. "Cuando las cargas
superan esa resistencia se produce el síndrome de estrés crónico", explica
el doctor.
El
estrés sumado a otros factores de riesgo (como el tabaco, el sobrepeso, el
sedentarismo) explica el aumento de la frecuencia de enfermedad cardiovascular
en general y cardíaca en particular: "El corazón de ellas hoy soporta una
carga que hace 50 años atrás no tenía".
El
sistema de salud estuvo en falta con el sexo femenino, y adjudicó la mayoría de
los problemas del corazón al hombre, sin tener en cómo afectaron a la mujer los
cambios sociales que se dieron en el último siglo. Las enfermedades
cardiovasculares en la mujer se manifiestan diferente según el sexo, y nosotras
no presentamos tantos síntomas. López Rosetti hace un gran énfasis en la
cuestión ya que se tiende a creer que la primera causa de muerte en la mujer en
Argentina es el cáncer. Esto es falso ya que son las enfermedades cardíacas la
principal causa de muerte en las mujeres en el país. Las cifras oficiales
muestran que sólo en 2012 fallecieron 71.426 personas por esta causa; de las
cuales la mayoría, 35.806, fueron mujeres[1].
El
Doctor Gerardo Bozovich, remarcó en la nota de La Nación (2014) que las
mujeres, a paridad de enfermedad con los varones, recibían menos diagnóstico y
menos fármacos de eficacia probada y que tuvieron la mitad de posibilidades de
ser objeto de un cateterismo cardíaco, una angioplastia o una cirugía de
bypass.
Las
probabilidades de desarrollar una enfermedad cardíaca en las mujeres, aparece
más frecuentemente en la menopausia. Pero lo más importante de todo, es que,
según los estudios, las mujeres tienen una peor recuperación que los hombres
después de sufrir de un ataque al corazón, porque suelen tardar por lo general
más tiempo en reconocer los síntomas y acudir al médico. Asocian el cansancio a
otras cosas, el dolor muscular o de estómago a otras enfermedades.
López
Rosetti focalizó sus estudios del corazón y las enfermedades cardiovasculares
en relación al estrés, a lo que él define por “aquella situación en la cual las
demandas externas (sociales) o las demandas internas (psicológicas) superan la
capacidad de respuesta. Así se provoca una alarma orgánica que actúa sobre los
sistemas nervioso, cardiovascular, endocrino e inmunológico, produciendo un
desequilibrio psicofísico y la consiguiente aparición de la enfermedad” (López
Rosetti, 2017:18).
El
Rol del Comunicador
La
falta de educación y comunicación influyen directamente en que la sociedad no
sea consiente de los cuidados y prevenciones a tener en cuenta. Se deben crear
políticas comunicacionales tanto desde los organismos estatales como desde los
medios masivos de comunicación, con el fin de informar sobre estos temas y de
llevar a cabo una promoción de la salud eficiente.
López
Rosetti resalta la importancia de escuchar al cuerpo, ya que hay un largo
recorrido hasta que se produzca una enfermedad a causa del estrés. Y de eso se
trata la promoción de la salud, la cual se define como el poder “proporcionar a
los pueblos los medios necesarios para mejorar la salud y ejercer un mayor
control sobre la misma” (Martínez Riera, 2013). Si una persona tiene la
información necesaria para poder cuidarse a sí misma y a su familia, dependerá
menos de la atención en los centros de salud, a los que no todos tienen acceso.
Los
comunicadores deben alentar a los gobiernos, ONGs y a la sociedad a priorizar
servicios de atención y promoción de la salud. Se debe hacer un enfoque
especial en programas educativos para las mujeres, opina Cristina Zurutuza
(2000:73), que le permitan desarrollar su autoestima, estar informadas y ser responsables
sobre su cuidado, tomando en cuenta su situación de desigualdad. Además, hay
que garantizar información sobre sexualidad y reproducción a los jóvenes
mediante sistemas de educación formal (en la escuela) y los medios de
comunicación.
Si
se toma a los medios de comunicación como formadores de la opinión pública, se
tendría que rever de qué forma están comunicando las cuestiones de género. De
por sí, la presencia femenina en los medios es escasa, sólo el 30% de los
periodistas de televisión son mujeres, y generalmente no son ellas las que
toman el mando, la figura del conductor está relacionada con los hombres.
Se
puede abordar a la violencia machista desde muchos ámbitos, uno de ellos es el
de la salud. Se debe comenzar a desentramar todos los aspectos simbólicos que
forman a la sociedad patriarcal. Enfrentar nuevas ideas en pos de mejorar la
calidad de vida “exige revisar el sistema de creencias, de valores, de
cosmovisión que las mujeres han internalizado. Represiones, tabúes y
supersticiones, representaciones sociales que adquieren en el proceso de
socialización de género” (Zalduá, 2000:19)
Según
Franca Basaglia, citada en Zaldúa (2000:23), la historia de la mujer es la
historia de su cuerpo, pero uno del cual ella no es dueña porque “solo existe como
objeto para otros, o en función de otros”. Esto quiere decir que, como
sociedad, no se toma a la mujer como sujeto histórico social sino para
entregarse al hombre y/o para procrear. Su naturaleza es un pretexto de la
historia social para ser dependiente de alguien más, y aún en las sociedades
consideradas más liberales esto sigue siendo una verdad irrefutable.
La
meta de los comunicadores, de los medios de comunicación, de los profesionales
de la salud y de la sociedad civil en su conjunto, debería ser cuestionar la
inequidad para construir ideas alternativas. El discurso machista es una
construcción social, y como tal, se puede destruir, con el fin de crear una
conciencia colectiva sobre la desigualdad y así luchar contra la violencia de
género en todos sus términos: lo sexual, físico, psicológico, social,
doméstico, etc.
En
el campo de la salud, el género influencia sobre la salud de varones y mujeres,
en el desarrollo del estado de salud, en las características de las
intervenciones sanitarias, en la socialización y en el control institucional
del sector salud (Checha citada en Zaldúa, 2000:30)
La
forma en que la sociedad se informa es a través de los discursos que circulan
en la misma, y a través de éstos se forman las representaciones sociales. Muchos
de los discursos que dan los medios masivos tienden a reforzar el lugar de la
mujer en la sociedad patriarcal. Por ejemplo, hay una tendencia a la
culpabilizarían si la mujer no sigue hábitos considerados como saludables: la
mujer es mala madre si no amamanta, si sus hijos están mal nutridos, si tienen
una enfermedad. “La televisión repite imágenes y palabras que ubican a las
mujeres en situaciones de desigualdad, dominación y discriminación. Repite
estereotipos”.[2]
La
utilización del enfoque de género desde la comunicación social por un lado
resalta la participación de los medios en el proceso de socialización de las
personas. Por otro lado, se abordan los estereotipos asociados a lo femenino y
masculino ya que el enfoque de género es relacional, no se trata de una óptica
desde lo femenino. Por último, al ser una construcción social implica que puede
cambiarse, puede evolucionar y por lo tanto resulta importante considerar el
rol que les compete a los medios de comunicación.
Es
necesario que se revisen las políticas comunicacionales en el área de salud, pensarla
desde una visión de género, desde la igualdad de condiciones y derechos, con el
fin que la mujer atraviese una vida saludable desde su nacimiento y a lo largo
de todas sus etapas.
Referencias
Bibliográficas:
·
Esquivel, V. (2011) La economía del cuidado en América Latina. San Salvador, El
Salvador. Serie Atando cabos
deshaciendo nudos PNUD 2011
·
La Nación Online (13/02/2014). ¿De qué mueren los argentinos?
Recuperado de: http://www.lanacion.com.ar/1662135-de-que-mueren-los-argentinos
·
La Nación Online (03/03/2017), La #MenstruAcción, el nuevo reclamo que
busca sumarse al paro del 8M. Recuperado de: http://www.lanacion.com.ar/1989214-la-menstruaccion-el-nuevo-reclamo-que-busca-sumarse-al-paro-del-8m
·
López Rosetti, D. (2016). Ellas: Cerebro, corazón y psicología de la
mujer. Buenos Aires, Argentina. Editorial Planeta.
·
López Rosetti, D (2017). Estrés: Epidemia del siglo XXI. Buenos
Aires, Argentina. Editorial Lumen.
·
Martínez Riera JR (2013) Enfermería Comunitaria. Elsevier. España
·
Perfil Online (2015) #NiUnaMenos: El discurso de los organizadores de la marcha. Recuperado
de: http://www.perfil.com/sociedad/niunamenos-el-discurso-de-los-organizadores-de-la-marcha-0603-0049.phtml
·
Zaldúav G. (2000). Género y Salud- Buenos Aires, Argentina. Editorial Eudeba.
[1] Nota en La Nación publicada en
2014: “¿De qué mueren los argentinos?”
http://www.lanacion.com.ar/1662135-de-que-mueren-los-argentinos
[2]
Tomado del discurso de la
marcha “Ni una Menos” del 3 de junio del 2015 en Buenos Aires, Argentina, de
Juan Minujín, Érica Rivas y Maitena.
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